Sufrió un ACV, se recuperó y creó una marca de ropa inclusiva porque quería volver a vestirse sola
A los 46 años, después de haber tenido un accidente cerebrovascular, renació: dice haber ganado calidad de vida y presume haber creado la primera PyME del país que puso la mirada en la inclusión.
“¡Chau Matthew!” fueron las últimas dos palabras que recuerda haber dicho antes de que su vida cambiara para siempre. Era enero de 2010 y Miriam Nujimovich, quien hoy tiene 55 años, tenía miedo de no volver a ver más a su hijo. Los siguientes cuatro meses no pudo emitir ninguna palabra. Tuvo que aprender a hablar de nuevo. Tuvo, además, que someterse a dos complejas cirugías en su pie derecho, y en el medio atravesó un año entero de rehabilitación para recuperarse.
Cierta tarde de 2011, en Miami, Estados Unidos, se sentía mejor que días anteriores. Los médicos decidieron decirle lo que le había sucedido: había estado un mes en terapia intensiva luchando por su vida. Ya en sala común, los médicos le contaron que había tenido un accidente cardiovascular, un ACV. La noticia la paralizó y no logró asimilarla fácil.
Cuando recuperó algo de consciencia, advirtió las señales de alerta que su ritmo de vida le venía anunciando: un estrés laboral desmedido. “Ese día estaba en la cocina de casa despidiendo a mi hijo de nueve años que iba a la escuela, como hacía todas las mañanas. De repente, percibí cómo se me aflojaba el cuerpo, sobre todo el lado derecho. Después, todo lo que intenté hacer se volvió una odisea”, relata. Quiso ir hasta la habitación para llamar por teléfono y pedir asistencia, pero nunca llegó. Se desvaneció. Pasó cinco horas tirada en el piso. Su ex marido fue quien la encontró.
En la camilla del hospital de la ciudad de Florida, cuando despertaba y podía conectarse un poco con su entorno, se encontraba con escenas que no comprendía, que le resultaban extrañas. Miraba, trataba de hablar y de comunicarse. Era imposible. Pensaba en su hijo y volvía a perderse.
Los pronósticos médicos no eran nada alentadores. “Tenía un derrame en la mitad del cerebro -precisa Miriam-. Ese era el problema y era muy grave”. Un accidente cerebrovascular puede dejar secuelas graves irrecuperables: es la cuarta causa de muerte y la primera de discapacidad en la Argentina. Pero no solo le salvaron la vida, sino que Miriam luchó para superar el trance.
De la misma manera que hizo para concebir a su primer y único hijo. “Estuve en la búsqueda durante cinco largos años. Viajando al exterior para someterme a los últimos tratamientos de fertilización. Recién pude hacerlo en 1993 después de mucha inversión económica y emocional. Esta situación tampoco me iba a dejar sin luchar”, explica.