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El gobierno de Joe Biden completa partes del muro fronterizo de Donald Trump

Frente a la llegada de cifras históricas de migrantes en la frontera sur de Estados Unidos con México, se ha retractado discretamente, pues ha accedido a cerrar algunos huecos patentes que quedaron cuando la construcción se suspendió de manera abrupta en el primer día de su presidencia.

Esto no ha impedido que Mark Kelly, un senador demócrata que busca la reelección en Arizona, alardee de la noticia. Kelly afirma que se le debe dar crédito por “presionar al gobierno de Biden para que cerrara las brechas en el muro” de la frontera de Arizona con México y presume que ayudó a conseguir 1000 millones de dólares para la seguridad fronteriza. Fue uno de los promotores de una propuesta de ley bipartidista en el Senado para ayudar a reclutar y retener más agentes de la Patrulla Fronteriza y ofrecerles un aumento salarial.

¿Qué nos dice el contraste entre la franqueza de Kelly y el silencio de Biden sobre el muro? Kelly contendrá por la reelección en noviembre y comprende que la debilidad que se percibe de los demócratas en materia de seguridad fronteriza podría costarle votos. Blake Masters, el contrincante republicano, ha hecho del mal manejo fronterizo por parte de los demócratas la piedra angular de su campaña.

Aunque la postura defensiva de Kelly parece estar funcionando, algo evidente en encuestas más recientes que lo muestran con una fuerte delantera de alrededor de seis puntos frente a Masters, muchos demócratas no tienen la misma suerte. Según una encuesta reciente de NBC News, los votantes registrados perciben que los republicanos tienen una postura más firme en materia de seguridad fronteriza, 36 puntos por delante de los demócratas, la brecha más amplia en cualquier tema, incluida la economía.

Las elecciones intermedias de noviembre no serán las primeras en las que la inmigración ilegal y la frontera sean cuestiones destacadas. Pero, en 2022, no son un mero conducto de emociones partidistas. La frontera es un problema para los demócratas por el enorme volumen de personas que están llegando y la negativa de la Casa Blanca a establecer una respuesta federal contundente. La estrategia del gobierno, en esencia, es “esperar y pensar que las cosas van a mejorar”, comenta Henry Cuellar, congresista demócrata de Texas que busca reelegirse y ha criticado en público el manejo de la frontera por parte de Biden.

En todo caso, la situación no hará más que empeorar. La economía relativamente fuerte de Estados Unidos es un imán para las personas que sufren por la pobreza, la violencia y la inflación. Los huracanes recientes agravarán una crisis alimentaria inminente en el Caribe y avivarán aún más la migración. Desde octubre del año pasado hasta finales de agosto, las autoridades fronterizas se encontraron en la frontera sur con migrantes unos 2,2 millones de veces, un incremento de un cuarto en comparación con el año anterior y más del doble del número de encuentros en el año fiscal de 2019.

Desde que Biden entró en funciones, quizá cerca de 1,5 millones de personas han sido liberadas en Estados Unidos, una combinación de solicitantes de asilo, personas que no podían regresar a su país de origen, menores no acompañados que no podían estar detenidos mucho tiempo, y otros, según estima Aaron Reichlin-Melnick del American Immigration Council, un laboratorio de ideas. Pese a las garantías poco entusiastas de que “la frontera es segura” que ha ofrecido la vicepresidenta Kamala Harris, quien se ha encargado de gestionar la migración de Centroamérica, pocos creen que sea cierto.

Las características de las llegadas y las deportaciones en la frontera también han cambiado. Muchos llegan buscando asilo, el cual tienen derecho a solicitar. Si bien antes los migrantes provenían en su mayoría de México y América Central, ahora se ven grandes cantidades de cubanos, venezolanos y nicaragüenses. En agosto, los venezolanos superaron a los guatemaltecos y a los hondureños como la segunda nacionalidad más común en la frontera, después de la mexicana. Las relaciones diplomáticas tensas con los gobiernos despóticos de Venezuela, Cuba y Nicaragua hacen que sea difícil enviar a la gente de vuelta a su país, así que muchos son liberados en territorio estadounidense.

Los candidatos republicanos a cargos públicos a menudo hacen hincapié en la frontera porque esta fusiona dos prioridades para los votantes republicanos, la inmigración y el orden público, afirma Cal Jillson, profesor en la Universidad Metodista del Sur en Dallas. Según encuestas recientes de YouGov encargadas por The Economist, la inmigración es el segundo tema de mayor importancia para los votantes republicanos, y el 12 por ciento la posicionó como su prioridad, contra un mero 2 por ciento de los demócratas. (Los demócratas nombraron el cambio climático y el medioambiente como su máxima prioridad). La frontera se ha convertido en la encarnación de “los dos lados de Estados Unidos”, menciona Marc Sumerlin de Evenflow Macro, una firma de investigación. “Si ves MSNBC no verás nada al respecto, y si ves Fox News, vas a ver noticias sobre eso todos los días”, afirma.

La frontera está cobrando mayor importancia en los estados que colindan con ella. La excepción es California, donde el candidato republicano a gobernador, Brian Dahle, no menciona la frontera en el sitio web de su campaña, tal vez porque cree que es un tema demasiado divisorio en un estado de mayoría demócrata.

No es el caso de Texas, Arizona o Nuevo México. Greg Abbott, quien contiende por la reelección a gobernador de Texas contra el demócrata Beto O’Rourke, ha invertido 4000 millones de dólares de fondos estatales en un programa de seguridad fronteriza llamado “Operación Estrella Solitaria” para combatir las “políticas de frontera abierta de Joe Biden”. Kari Lake, expresentadora de televisión y ahora candidata a la gubernatura de Arizona que cuenta con el respaldo de Trump, ha prometido que tan pronto asuma el cargo, declarará que una “invasión” está en proceso y desplegará a la Guardia Nacional.

Incluso en Florida, la inmigración ilegal es un tema prominente en la campaña de reelección de DeSantis, que gastó 600.000 dólares de fondos estatales en reservar un vuelo para trasladar a migrantes venezolanos de San Antonio a Martha’s Vineyard, lo cual propició una investigación por parte de un alguacil de Texas y llamamientos de parte de los demócratas para averiguar si Florida engañó a los migrantes sobre su lugar de destino.

La iniciativa de los estados republicanos de enviar a migrantes en autobús y avión a estados demócratas, como Massachusetts y Nueva York, pretende enardecer a los votantes republicanos y destacar la carga que implica para las comunidades fronterizas ofrecer vivienda y alimentos a los recién llegados. Pese al retroceso jurídico, esto ha resultado aún mejor de lo que podrían haber imaginado Abbott y compañía. Cada vez que un alcalde demócrata se queja sobre la saturación que causan los grupos pequeños de migrantes que llegan en autobús, amplifica la cobertura mediática de la crisis fronteriza y “contribuye de manera indirecta” a las campañas de gobernadores republicanos como Abbott, sostiene Mark Jones, profesor de la Universidad Rice.

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