SOCIEDAD

Los secretos del asalto a La Tablada

El 23 de enero de 1989 un grupo de terroristas del Movimiento Todos por la Patria (MTP), liderado desde la clandestinidad por Gorriarán Merlo, intentó ocupar al Regimiento de Infantería Mecanizada 3.

Cuando Friedrich Schlegel sostuvo que “la historia es un profeta que mira hacia atrás”, el filósofo alemán intentaba decir que hay situaciones puntuales que si no se las estudia bien pueden volver a repetirse. El 23 de enero de 1989 un grupo de terroristas, encabezados por el jefe erpiano Enrique Gorriarán Merlo, intentó ocupar al Regimiento de Infantería Mecanizada 3 (RIMec 3) en la localidad bonaerense de La Tablada, sin embargo durante muchas horas, a través de los medios oficiales, se sostenía que el ataque estaba comandado por oficiales “carapintadas”.

Américo Rial, en ese momento secretario de redacción de La Razón, un medio muy vinculado con el gobierno radical de Raúl Alfonsín, comentó varios años más tarde que el hecho fue un fiel reflejo de “cómo se manejan los entresijos más oscuros del poder político”.

Tras casi dos días de duros combates, la verdad comenzó a salir a la luz, inicialmente con notable virulencia en cuanto a la formulación del ataque y, más serenamente después, iluminando un panorama de complicidades tendientes a perjudicar a uno de los contendientes de la campaña presidencial que debía finalizar el 14 de mayo de 1989. Para que quede claro, las complicidades fueron conscientes e inconscientes. Externas e internas.

En sus Memorias, Gorriarán Merlo sostiene que la decisión de atacar al RIMec 3 se tomó el 19 de enero, es decir 4 días antes. Puede ser, pero la preparación venía de mucho antes y de muy lejos. Entre tantas fuentes, Víctor Boitano, un ex coronel del Ejército nicaragüense, le relató a la periodista televisiva María Elvira Salazar que parte del grupo subversivo se entrenó en Nicaragua, con el conocimiento de la Inteligencia de ese país y con el financiamiento del narcotráfico. Si los “nicas” lo hicieron, los cubanos por lo menos lo sabían. Sospechosamente el reportaje del canal de Miami desapareció años más tarde.

Otros agregarán que colaboró en la planificación el cubano (nacionalizado nicaragüense) Andrés Barahona López, alias Renán Monteros, jefe de la Quinta División de la Inteligencia sandinista. Por si no se lo recuerda, Monteros era el hombre que debía vincular a la guerrilla de Ernesto Guevara con los grupos subversivos bolivianos de La Paz. Cuando el “Che” llegó a Bolivia -y Fidel Castro le soltó la mano- Monteros desapareció y Guevara se quedó sin contactos. Monteros apareció en París como Agregado Militar y posteriormente llegó a Managua.

Resulta difícil imaginar que los estamentos superiores del gobierno radical ignorara un informe de mediados de 1987, elaborado por la SIDE comandada por el dirigente Facundo Suárez (conocido periodísticamente el 26 de enero de 1989) en el que se sostenía que “el Movimiento Todos por la Patria (MTP) en la actualidad está conformado mayoritariamente por elementos que integraron las filas de la organización subversiva Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) y en menor medida por otros que se desempeñaron o colaboraron con la organización Montoneros. Gran parte de esos elementos fueron liberados en 1984 mediante el sistema de ‘doble cómputo’ cuando se hallaban recluidos en distintas unidades penales”.

Tras informar que la Mesa Nacional del MTP estaba presidida por Carlos Alberto Burgos e integrada entre otros por Jorge Baños y Francisco Provenzano, la SIDE hace un largo inventario de nombres de sus autoridades, seguidores, colaboradores, aliados y medios periodísticos afines. Muchos de esos nombres aún tienen algún tipo de actuación política en el país. El trabajo finaliza advirtiendo que “no sería descartable que, si sus intereses así lo impusieran, el MTP considere un eventual retorno a la lucha armada, habiendo asumido ya errores y experiencias anteriores.”

El mismo día en que Ámbito Financiero publicó el informe, por la tarde Cablevisión dio otro informe de la SIDE en el que se insistía sobre la composición y la práctica extremista del MTP y el riesgo inminente de acciones armadas.

El lunes 23 de enero de 1989, Carlos Saúl Menem, candidato presidencial del peronismo, estaba en Mar del Plata y yo formaba parte de su equipo de campaña. Era uno de los más conocidos, simplemente, porque hasta poco antes trabajaba como jefe de política del matutino Ámbito Financiero. De allí que entre las siete y media y ocho de la mañana recibí un llamado del secretario de redacción de Crónica, Mario “Manzanita” Fernández.

Tras cortar el teléfono bajé al comedor del Hotel Hermitage, donde el candidato estaba rodeado por una multitud que se disputaba quiénes serían los que jugarían un doble de tenis en Torres de Manantiales. Le dije a Menem en voz alta: “El ERP está atacando un cuartel en La Tablada”. Varios de los que lo rodeaban lo menos que hicieron fue sonreír.

Era cuestión de seguir atentamente las actividades del MTP los días previos y analizar -por lo menos ligeramente- la feroz campaña que realizaban contra Menem.

Américo Rial habrá de contar posteriormente que unos días antes del ataque una alta autoridad de La Razón le ordenó: “Ubique al doctor Jorge Baños y mande un cronista y un fotógrafo. Va a hacer unas denuncias. Es un pedido del Gobierno.”

Horas más tarde Jorge Baños realizó una denuncia sobre una conspiración para derrocar a Alfonsín encabezada por el complot de “los tres turcos”: Menem, Seineldín y el dirigente metalúrgico Lorenzo Miguel.

Las declaraciones a todos los medios se extendieron entre el 12 y 16 de enero. Como dirían días más tarde los abogados del candidato peronista, las denuncias alcanzaron “un alto voltaje de verdadero escándalo o, siendo precisos, una grave y claramente situación comprometedora de la tranquilidad pública. Una elemental sensatez indica que colocar todos los medios de información pública en manos de quien se sabe que está directamente ligado a la subversión armada equivale a otorgarle coche oficial, con chofer y guardia.”

Tras las denuncias aparecieron otras voces en la misma dirección. Frente a la ola de infundios Horacio Verbistky, avalando lo que se decía, escribió en Página 12, diario que había recibido amplio financiamiento de Gorriarán Merlo con dinero que el guerrillero mandaba del exterior: “La sociedad parece cada días más dispuesta a tomar su destino en sus manos y ejercer la democracia sin aceptar más tutelas, ni de los ‘carapintadas’ ni del gobierno”. Para el columnista eran ellos y los restantes no existían.

Simultáneamente, Carlos Menem le dijo al periodista Ernesto Lucero de Radio Splendid: “Si nosotros leemos las informaciones de prensa de estos últimos días, el ritmo espectacular que se le da a la noticia del complot que habríamos encabezado el compañero Lorenzo Miguel y el suscripto, llegamos a la conclusión de que esta maniobra está perfectamente urdida para tratar de destruir al justicialismo y posibilitar que siga ganando el radicalismo”.

Luego observó que en los conatos militares anteriores el gobierno llamo a movilizarse a la ciudadanía y que en esta oportunidad, ante el presunto ataque el Poder Ejecutivo, no se hizo nada… “Estoy pidiendo al señor Presidente de la Nación la investigación a fondo de estos acontecimientos y los nombres de los autores intelectuales”. De manera también sorprendente algunos medios intentaron involucrar en el complot al Vicepresidente de la Nación, el cordobés Víctor Martínez.

Los abogados del candidato justicialista -Pedro Narvaiz, Oscar Igounet y Honorio Leguizamón Pondal- pusieron la atención sobre “el silencio respecto de las verdaderas actividades del abogado Jorge Baños y del MTP que el Gobierno conocía”. Ese silencio de la Casa Rosada era notable.

Al margen de los que afirmaban los miembros del equipo de abogados del candidato presidencial, un informe que recibe Menem en esos días (con fecha 6 de febrero de 1989) advierte que “el grueso de los oficiales está convencido que el ataque a La Tablada ha sido responsabilidad del gobierno”. Y además aconseja “resaltar la necesidad de combatir a la subversión dentro de la ley, pero con todos los medios del Estado y sin retacearlos, como está diciendo ahora el gobierno en la discusión que se plantea en el seno del Consejo de Seguridad Nacional (COSENA).”

Dentro de los escasos testimonios escritos de esas horas del asalto al RIMec 3 hay uno que merece conocerse, aunque sea parcialmente, porque revela el estado de desconocimiento del Ejército y muestra que la fuerza no tenía previsto un panorama similar. Es del coronel de Caballería Jorge Echezarreta. Y cuenta que el 23 de enero al llegar al IGE (Inspección General del Ejército), donde estaba destinado, es informado por el Mayor Torello que “un grupo de desconocidos había tomado los cuarteles de La Tablada. Intentamos comunicarnos sin éxito con el RIMec 3. Ante esta situación llamamos a un teléfono de alternativa del ESCEXPBL 1 (Escuadrón de Exploración Blindado 1) y afortunadamente nos atendió el Cabo Primero Palomeque, quien nos aclaró la situación alertando que eran guerrilleros, que participaban mujeres y que había un soldado muerto. […] Al llegar el general Alfredo Arrillaga le informamos lo ocurrido” y luego éste se fue a ver al jefe del Estado Mayor General del Ejército, General Francisco Gassino.

Al regresar Arrillaga de su encuentro con su superior “ordenó a Torello que lo acompañara en helicóptero a la zona de combate y a mí que organizara un pelotón con los elementos disponible y que acudiera al lugar de vehículos.”

El pelotón de la IGE se traslado en dos vehículos mientras “por la radio del vehículo escuchábamos que informaban sobre una rebelión carapintada”.

Cuando llegaron a la zona de la Policía Montada, en ese improvisado puesto de comando se hizo una brevísima apreciación de situación, en la que participaron integrantes del Comando de Brigada X y algunos jefes de los elementos dependientes (Teniente Coronel Zamudio y Teniente Coronel Nani, luego gravemente heridos en combate).

Al entrar en la zona de combate la encontraron “saturada de fuego” y en un momento “localizamos a un guerrillero que desde el techo de la estación de servicio de la unidad arrojaba boletines, folletos, panfletos incitando al levantamiento carapintada, con menciones de acuerdos evidentemente falsos entre Menem, Lorenzo Miguel y Seineldín”. El asaltante “salvó la vida milagrosamente por la sensatez de algunos uniformados que lo rescataron […] Mientras el público presente desde la avenida Crovara pedía a gritos que “los mataran a todos”.

Una vez que el fuego de las armas cesó se comprobó que el Ejército había perdido 9 integrantes, con el Teniente Coronel Horacio Fernández Cutiellos a la cabeza, y el Teniente Coronel Emilio Nani gravemente herido. La Policía Bonaerense ofrendo 2 integrantes y el subcomisario Re quedo mutilado. La guerrilla perdió a 33 miembros.

Los asaltantes que quedaron vivos fueron juzgados y tras unos pocos años fueron liberados con argucias legales. Y el jefe terrorista, “El Pelado” Gorriarán Merlo, tras ser capturado en México en 1995 y ser condenado a prisión perpetua, a los 4 años fue indultado. Mientras tanto los que defendieron la unidad del Ejército recibieron y cumplen severas sentencias.

Si todo lo que intentó la izquierda radicalizada fue desgastar y perjudicar al candidato presidencial opositor, el resultado fue un llamativo fracaso que agravó aún más las posibilidades de vencer del gobernador cordobés Eduardo César Angelóz. Todo se dirigía hacia un previsible final: el presidente Raúl Alfonsín abandonó el poder seis mese antes.

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