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El día que Sudáfrica cambió su historia para siempre

El 11 de febrero de 1990 fue un día histórico para los derechos de los sudafricanos. Aquella tarde, y después de 27 años preso, Nelson Mandela salió de la cárcel Victor Verster, de Ciudad del Cabo, y recuperó su libertad, tras arduas negociaciones con el presidente de ese entonces, Frederik de Klerk.

Desde muy temprano, en la periferia del edificio penitenciario, miles de personas se congregaron para aguardar su salida y explotaron de emoción cuando lo vieron sonriente, vestido de saco y corbata, junto con quien por entonces todavía era su esposa, Winnie. La gente comenzó una caravana que copó las calles. Bailaban, se abrazaban, cantaban y lloraban. Eran las lágrimas de la libertad.

Para ese tiempo, Sudáfrica estaba al borde de una guerra civil y aquella imagen de Mandela libre buscaba cerrar la herida de décadas de discriminación y dolor. La bienvenida continuó con un acto en la Alcaldía de Ciudad del Cabo, donde el líder del partido Congreso Nacional Africano dijo sus primeras palabras libre: “Amigos, camaradas y compañeros sudafricanos: los saludo a todos en nombre de la paz, la democracia y la libertad para todos”.

“Hoy en día la mayoría de los sudafricanos, blancos y negros, reconocemos que el apartheid no tiene futuro. Tiene que ser terminado por nuestra decisiva propia acción de masas, para la construcción de la paz y la seguridad”, dijo, antes de convocar a una unidad que entonces era lejana y aún en la actualidad no está del todo cerrada: “Hacemos un llamamiento a nuestros compatriotas blancos a unirse a nosotros en la conformación de una nueva Sudáfrica”.

Atrás habían quedado los 18 años en la cárcel de máxima seguridad de Robben Island, la isla ubicada a unos 12 kilómetros de la costa que fue reconvertida en un museo, encerrado en una pequeña celda que las autoridades decidieron mantener tal como “Madiba”, como lo llamaban en su clan, la había dejado y en la actualidad es visitada por decenas de miles de personas al año.

También quedaban en el pasado los nueve años en las prisiones de Pollsmoor y de Victor Verster (en esta gozaba de un régimen más abierto, incluso, con personal a su servicio), en Ciudad del Cabo. En esos últimos años de la década de 1980 comenzaron las duras negociaciones con De Klerk.

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