ECONOMIA

¿A qué edad se jubilan los habitantes de los países de América Latina?

La región tiene una transición demográfica con un envejecimiento importante y acelerado, lo que en los próximos años traerá más discusión sobre la necesidad de un incremento en los plazos para finalizar la vida laboral.

El debate comenzó a asomar tibiamente a comienzos de este año, cuando el ministro de Trabajo Claudio Moroni aseguró que “en algún momento” debería darse la discusión sobre un aumento de la edad jubilatoria, con un esquema gradual. Aunque rápidamente otros funcionarios -entre ellos Alejandro Vanoli, titular de la Anses- salieron a desmentir rápidamente que el Gobierno esté trabajando en algún proyecto para cambiar las edades de retiro del régimen general (de 60 años para las mujeres y 65 años para los hombres).

Pero el tema no es una novedad y, cada tanto, reaparece como elemento de la sostenibilidad del sistema jubilatorio. En 2017, con Mauricio Macri como presidente, se instaló a partir de un informe revelado por el entonces titular de la Anses, Emilio Basavilbaso, que mostraba que cada año unas 50.000 personas siguen trabajando y no se jubilan cuando cumplen la edad legal para retirarse.

“En algún momento esta discusión vamos a tener que darla, pensando en un esquema gradual. La expectativa de vida todos los años crece y los sistemas jubilatorios se van a tener que ir adaptando. Hay que hacerlo en calma y con tiempo, de modo tranquilo, son cosas pesadas de mover, con mucha inercia por su gasto”, dijo el mes pasado Moroni, en diálogo con radio La Red. En los días siguientes, varias fuentes del Gobierno advirtieron que no había ningun proyecto en estudio sobre el tema.

Con todo, los especialistas en temas previsionales descartan que frente al envejecimiento de la población en América Latina y al crecimiento de las expectativas de vida, los proyectos para elevar la edad de retiro llegarán más tarde o más temprano. El año pasado, el Senado de Brasil aprobó subir las edades jubilatorias a 62 años para las mujeres y 65 para los hombres.

“En primer lugar, América Latina tiene una transición demográfica con un envejecimiento importante y acelerado. Por otro lado, las mujeres tiene mayores expectativas de vida en promedio, en cualquier parte del mundo. Eso hace que de una u otra forma se estén revisando los sistemas de pensiones cualquiera sea el modelo. Es obvio que va a estar en los temas de debate en los próximos años”, señaló a Infobae Alberto Arenas, asesor regional de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) y ex ministro de Hacienda de Chile. Aunque advirtió que en ninguno de los países es fácil avanzar con este tipo de reformas.

No solo habrá una mayor proporción de personas mayores en las próximas décadas, sino que la velocidad del envejecimiento en América Latina será muy superior al proceso de envejecimiento que se observó en Europa, donde la población de más de 65 años pasó de representar el 8% al 16% de la población total en más de medio siglo (56 años). Según las proyecciones de población de la Cepal, esto tomará en promedio solo 24 años en América Latina.

Subir la edad jubilatoria no es una solución mágica que vuelve a los sistemas sustentables. “Las edades de retiro se están revisando en términos de que permitan tener suficiencia del prestaciones o que permitan sostenibilidad del sistema. Pero no se mira en una sola dimensión, no es solo aumentarlas por un tema de sostenibilidad financiera. También es permitir que el sistema mantenga sus promesas en el tiempo. Las promesas están relacionadas con la cobertura, la calidad de los beneficios que entrega. Se puede tener un sistema sin problemas financieros pero la cobertura es solo de un 20% y las tasas de remplazo del 30%”, agregó Arenas.

“Cuando uno mira la experiencia de los países de Europa, los movimientos de la edad de retiro son marginales y toman mucho tiempo. Han optado por subir dos años en 10 años. Cada seis meses, por ejemplo, se aumenta en 3 meses la edad de retiro y así sucesivamente”, detalló el especialista de Cepal. También se aplica el cambio a los que recién están entrando al sistema o a los menores de 40 años, pero nunca a los que están cerca de la edad de retiro establecida previamente. Eso, además, disminuye la potencialidad que tiene esta variable para ordenar rápida y efectivamente los temas financieros.

Achicar la diferencia entre la edad de jubilación entre mujeres y hombres es uno de los primeros puntos que se analizan a la hora de las reformas. “No en todos los países los hombres y mujeres se jubilan a edades distintas. En la región, en casi la mitad de los países se jubilan a la misma edad», destacó Arenas. La determinación de edades diferentes surgió con la creación de los primeros sistemas de pensiones en América Latina, que fueron pioneros a principios del siglo XX con un sistema del estilo público y de reparto (las contribuciones de los más jóvenes se acumulaban en un fondo de ahorro colectivo para los adultos mayores).

“En ese momento, la visión que se tenía era que el retiro tenía que ocurrir al mismo tiempo para los matrimonios y entonces, en los años ’20 o ’30 del siglo pasado, en las relaciones de parejas los hombres eran casi siempre mayores que las mujeres. Por lo tanto, al poner edades diferentes se generaba es que se jubilaban al mismo tiempo. En el mismo año. Ese fue uno de los motivos”, destacó Arenas.

Actualmente, el Sistema Integrado Previsional Argentino (SIPA) debe hace frente a erogaciones por un total aproximado equivalente al 8,5% del PBI, lo que incluye el gasto en jubilaciones y pensiones contributivas, las pensiones otorgadas a través de la Moratoria Previsional y la reciente Prestación Universal para el Adulto Mayor, según precisó Ignacio Apella, economista para Protección Social en el Departamento de Desarrollo Humano para América Latina del Banco Mundial.

“Dada la tendencia demográfica, y manteniendo los actuales parámetros del sistema, en 2050, primera década del estado de envejecimiento poblacional, el gasto podría alcanzar el 12,5%. El impacto de un cambio en la edad mínima de retiro sobre los costos del sistema previsional sería muy bajo e incluso negativo en el corto plazo y menores en el mediano y largo plazo. Esto se debe a que, en la actualidad, buena parte de la población se jubila algunos años después de alcanzar la edad mínima, por lo que un aumento en la misma tendría un impacto limitado”, agregó Apella.

Por eso, señaló, el debate sobre la modificación de la edad de retiro es válido pero debe darse en un marco más profundo de discusión que involucre definición de beneficios y tasa de reemplazo, entre otros temas. “En otras palabras, qué tipo de sistema previsional están dispuestos a tener los países en este nuevo contexto demográfico, con pilares contributivos y no contributivos, y con una necesidad creciente de recursos de rentas generales para su financiamiento”, dijo.

El economista Jorge Colina, del Instituto para el Desarrollo Social Argentino (Idesa), sostiene que previo al debate sobre la edad jubilatoria del régimen general, hay otras medidas que pueden tomarse, como la elevación del momento de retiro de los regímenes especiales (que incluye a jueces, embajadores, las cajas de empleados provinciales o los docentes, que tiene edades de jubilación por debajo de los 60 años y 65 años). También la equiparación de la edad de jubilación de mujeres y hombres. “Los datos muestran que las mujeres se están jubilando efectivamente a los 64 años”, detalló el economista.

Su recomendación es que los incrementos se realicen con factores de ajuste en funciones de envejecimiento de la población en Argentina: cada 10 años la expectativa de vida aumenta un año, si se incrementa la edad jubilatoria en un mes por año al cabo de 10 años tendrías una edad jubilatoria un año mayor. “Si se quiere tener equilibrio en las cuentas públicas hay que hacer una reforma previsional, si no se está sobreajustando el resto del gasto para pagar el déficit”, concluyó.

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